Entiendo la edición como un proceso de acompañamiento en la creación de una historia. Desde junio de 2019 he colaborado con muchos periodistas en el proceso de búsqueda y redacción de reportajes para la revista Nuestro Tiempo, y es un trabajo silencioso y muy bonito que me gusta especialmente porque, si está bien hecho, no se nota. Y si no que se lo digan a Paco. Aquí hay algunos de los que más me gustó editar por motivos bien distintos.
Más allá del pinchazo: la geopolítica de las vacunas

Una de las cosas bonitas de trabajar en una universidad es que un buen día entra por la puerta de la redacción un alumno como Andrés Tejerina, que conoce al dedillo todos los datos publicados en el mundo sobre el proceso de vacunación contra la covid-19. Fue hermoso trabajar con él para dar forma y sentido a una inmensidad de números para entender la política poscovid.

Es un placer trabajar con Fermín Torrano. Con él he aprendido que un editor puede convertirse en un amigo, pero también a mirar en la retaguardia de los grandes conflictos. Esta historia es una historia de amor en el frente de guerra, meses antes de que Putin invadiera Ucrania.

Judith y Antonio son una pareja de literatos, y eso los convierte en un perfil distinto al del periodista con el que suele trabajar un editor de revistas. Las cuestiones que surgieron al editar este perfil de Ana Iris Simón fueron en ocasiones opuestas a las que suelen aparecer en el trabajo cotidiano, y quizá por eso este texto tiene una voz tan especial.

Cuando se unen una gran historia y un escritor brillante mi trabajo es un delicioso paseo en barca. Al editar este texto de Manu De La-Chica sobre los amores de Miguel Delibes disfruté como un enano.

Un texto sesudo, completo, profundo y al mismo tiempo con rostros humanos de dos jóvenes, brillantes periodistas, ilustrado por un también jovencísimo fotógrafo ghanés.
De fusiles y piñas: una historia de paz en Colombia

Un texto de crónica internacional en el que la autora es a la vez protagonista de la historia. Narrado en primera persona, a veces, y con unos estupendos saltos temporales a modo de entrada de un diario, consigue contar la historia reciente de las Farc casi, casi como una serie de Netflix. Las fotografías que conseguimos de Andrés Cardona, también vinculado con el centro de reinserción desde el que se cuenta la historia, dan la puntilla a este fantástico reportaje.
El siglo XX también tiene rostro de mujer

Este texto suponía un reto distinto: ayudar a un académico que ha estudiado la historia de la mujer en el siglo pasado a convertir su conocimiento en historias con rostro. Había que aterrizar en un espacio limitado una cantidad ingente de información y darle vida.