Presuntos objetivos

Presuntos objetivos

Escher, perspectivas imposibles. ¿Depende todo del punto de vista?

Estoy leyendo el último libro de Jérôme Ferrari, El Principio. El libro es casi una carta dirigida a Werner Heisenberg, el hombre que planteó el Principio de Incertidumbre y mereció por ello el premio Nobel de Física en 1932. En uno de los primeros capítulos se dirige al gran físico de este modo:

“la mirada de los físicos no es más que una mirada de hombres, que instila el veneno de la subjetividad a todo aquello en lo que se posa. Nunca será la de Dios. No podemos descubrir los planes del viejo, apenas podemos esperar echar un vistazo furtivamente por encima de su hombro, y eso es lo que Einstein no puede soportar. Ni él, ni Schrödinger, ni De Broglie aceptan renunciar a la esperanza –insensata y magnífica, que fue la razón de ser de una búsqueda llevada a cabo durante mucho tiempo- de conseguir un día la descripción objetiva del fondo secreto de las cosas, y no aceptan que por culpa de usted quede abolida esa esperanza y no pueda subsistir ni siquiera a título de ideal porque las cosas no tienen fondo, y el principio instaura entre ellas y nosotros un límite infranqueable, un istmo más allá del cual se extiende la nada inefable”.

La verdad es que no somos Dios, y por eso, cuando tenemos que describir la realidad, tenemos dos opciones: el silencio y la metáfora. Claro que el periodismo parece muy alejado de este tipo de discusiones. Kiko Llaneras, en su magnífica defensa de la objetividad de la JotDown de marzo, dice que los científicos son los primeros defensores de la objetividad, en la que creen por defecto, y que los periodistas somos los más escépticos. Pues he aquí un físico con su premio Nobel que demuestra que la objetividad, en Física, es imposible, y ello da lugar a la mecánica cuántica, que desafía la física clásica.

Pero eso no significa que tengamos que ser escépticos. Un escéptico convencido no dice nunca nada. El escéptico cree que no podemos llegar a conocer la verdad, y que si la conociéramos no la podríamos comunicar. Por eso el escéptico es un hombre callado y triste. Y los periodistas, sean o no sean gente triste, desde luego no están callados (entre otras cosas porque si no escribieran nada no cobrarían su sueldo).

Desde luego que existen hechos y que hay cosas que se pueden medir y cuantificar (aunque es necesario saber también que hay muchas cosas importantes que no pueden medirse ni cuantificarse, pero eso es otro tema), pero una cosa son los hechos, otra los hechos entendidos y otra los hechos contados. No es lo mismo que haya un accidente que el hecho de que yo sepa que ha habido un accidente, ni mucho menos que la forma en que cuento ese accidente. Por eso, aunque hay hechos objetivos, nuestra forma de conocerlos y contarlos siempre es subjetiva (y entiendo que subjetivo no tiene connotaciones negativas, simplemente quiero decir que es personal e intransferible).

De modo que nos encontramos con que ni los científicos creen en la objetividad ni los periodistas son auténticos escépticos. ¿Es la honestidad periodística un sucedáneo de la objetividad?

Llaneras dice que quienes persiguen la objetividad nunca la van a conseguir, pero encontrarán sus cadáveres más cerca de la meta. Yo estoy casi de acuerdo. Solamente cambiaría una palabra. Quienes persiguen la verdad nunca la van a conseguir, pero encontrarán sus cadáveres más cerca de la meta. Me parece que en ese cambio de matiz está la discusión. Hay una cosa que buscamos y nunca conseguimos, pero existe una meta, un algo deseable a lo que queremos llegar. La única pregunta es si eso que buscamos es la objetividad o la verdad.

En total son tres elementos: buscar, no encontrar y llegar. Empecemos por donde estamos de acuerdo: hay una meta a la que queremos llegar. Hay una realidad que es de un modo y queremos conocerla. No existen “mi realidad” y “tu realidad”: hay la realidad. El relativismo no es una solución, sino tirar la toalla. Creo que es esto, en realidad, lo que no le gusta a Llaneras: la gente que tira la toalla.

Lo que yo sostengo es que la objetividad no existe, y que de hecho lo que buscamos no es la objetividad. Siempre soy yo el que conoce cosas, siempre desde mi punto de vista, desde mi historia y con mis capacidades intelectuales. Todo conocimiento es subjetivo porque todo conocimiento es de alguien. No hay algo así como un banco de conocimiento: cada vez que un niño aprende algo vuelve a crear en su mente lo que otros han pensado antes, lo descubre, lo hace suyo. No hay un conocimiento universal del que todos participamos, sino que hay una realidad que cada uno conoce. Ninguno de los que leáis esto sois Dios.

Ahora bien, desde la subjetividad (porque no podemos situarnos nunca en la objetividad), ¿podemos llegar a la verdad? Pues no, pero si lo intentamos encontraremos nuestros cadáveres más cerca de la meta, porque la verdad existe. Digo que no podemos conocer la verdad porque no podemos conocer toda la verdad, y porque desde luego no podemos conocerla solos. Jaime Nubiola defiende en su artículo Pragmatismo y relativismo: CS.Pierce y R. Rorty lo que se ha llamado pluralismo epistemológico, es decir, que los problemas y las cosas tienen facetas, distintas caras, y que hay maneras diversas de pensar acerca de ellos. Esto es un falibilismo sin escepticismo y un pluralismo cooperativo.

O lo que es lo mismo, que nos podemos equivocar. Si nos podemos equivocar es porque hay una verdad respecto de la que equivocarse, y que la manera más sencilla de avanzar hacia la verdad es el diálogo. Si vamos todos juntos en la misma dirección podemos encontrar los fallos del otro y dejar que otros señalen nuestros errores. El camino hacia la verdad es subjetivo, pero cooperativo.

Por eso me dan miedo los que van de objetivos. El que va de objetivo suele creer que ya ha encontrado la verdad, y que nadie tiene nada que decirle. Y eso no es objetivo. Me dan el mismo miedo los que aceptan que tienen un punto de vista pero se cierran en banda al diálogo. Son igual de dogmáticos que los presuntos objetivos.

En definitiva, creo que todos buscamos la verdad en equipo y que nunca llegamos a alcanzarla, pero al mismo tiempo creo que la verdad que conocemos es siempre subjetiva, en el mejor de los sentidos de la palabra subjetivo. La verdad siempre es verdad que yo he descubierto, y siempre la descubro en el diálogo. Por eso creo también que tenemos que renunciar a nuestros sesgos personales, si sesgos personales significa que no atendamos a los hechos y que sólo hay una versión de la realidad, que, además, es la mía. Por eso leo más de un periódico.

El diálogo es enriquecedor porque abordamos la realidad desde distintos puntos de vista, pero para dialogar hay que dejar de lado los sesgos personales. Eso no es objetividad, creo yo, sino honestidad. La honestidad periodística significa hacer todo lo posible para acercarse a la realidad y contarla como es, pero un solo periodista honesto no alcanzará la verdad. Hacen falta muchos periodistas honestos que estén dispuestos a escuchar otros puntos de vista para encontrar nuestros cadáveres más cerca de la meta.

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