Para humanistas con estómago

[Esta reseña se publicó originalmente en el número 711 de Nuestro Tiempo]
Hay un estante en la casa de Tatiana Tibuleac en París donde están «los libros de mamá». No porque sean de su propiedad, sino porque solo puede leerlos ella. Están en moldavo. El jardín de vidrio canta la historia de una huérfana en el Chisinau comunista. Una botellera la adopta más como esclava que como hija, y la niña se cría entre las viudas, enfermas y prostitutas de un barrio obrero en un país obrero. Mientras intenta comprender el violento mundo que le ha tocado en suerte, la lengua moldava desaparece, los hijos de los rusos se empiezan a considerar invasores y se escucha la palabra perestroika. ¿Qué muere cuando muere un idioma?
Tibuleac triunfó con El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, una novela casi poesía tierna y dura, sucia y pulcra. Para leer El jardín de vidrio hace falta más estómago, pero aun así brilla al fondo de sus cortísimos capítulos un breve destello de belleza.